Estaba tan emocionado por grabar con Natasha que estaba bailando un poco cuando llegó. Evidentemente, la emoción era contagiosa porque se me subió como un árbol y enseguida abrió las piernas para que pudiera tener su dulce coño. Mi maldito equipo no paraba de interrumpirnos para charlar sobre papeleo y cosas así, y simplemente no nos dejaban solos para conocernos.
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