No tenía ni idea de qué hacer cuando vi solo cinco dólares en mi cuenta. Mi papá no me ayudó porque gasté todo mi dinero, y no puedo conseguir trabajo porque no tengo tiempo entre los estudios y las clases. Pero mi compañero de piso, Mischa, me presentó a Tommy, mi sugar daddy. Y ahora, gracias a él, puedo pagar mis libros, la matrícula, ropa nueva e incluso salir un poco de fiesta. Solo tengo que... complacerlo una vez a la semana. Toda universitaria debería tener un sugar daddy.
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