Alyce Anderson tiene una misión. Sentadillas, zancadas y extensiones de piernas... aunque hace tiempo que no entrena. Alyce espera a que su hombre se duerma antes de escabullirse a su mesita de noche y coger el condón que guarda en la cartera. Para eso ha estado entrenando. Él no encuentra el condón, pero tampoco puede contenerse. Empieza a embestirle el coño, con fuerza y ritmo. Como una pitón acabando con su presa, sus muslos se contraen a su alrededor, sujetándolo mientras él se corre en su interior.
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