Estaba en casa descansando, haciendo ejercicios de muñeca, cuando oí que llamaban a la puerta. No solo una, sino dos chicas buscaban mi sofá de Kasting. Para no ser de los que se quedan ahí parados con la polla en la mano, las invité a pasar. Oye, ¿quién puede rechazar una oferta de dos por uno? Además, mi brazo necesitaba un descanso, estaba aburrido, y estas chicas parecían la receta perfecta para divertirse.
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